ELEGANCIA. Sentarse y levantarse.
La elegancia la ha definido alguien como una "difícil sencillez" y también como una "artificiosa naturalidad". Por tanto, sentarse y levantarse elegantemente no es dejarse caer desplomadamente en una silla ni dar un brinco para ponerse en pie o hacer una serie de perezosas contorsiones. La verdadera elegancia al sentarse y levantarse es sencilla, pero majestuosa y reposada.
Instrucciones para sentarse:
1.- Ir directamente a la silla o sillón correspondiente.
2.- Volverse de espaldas a dicho asiento.
3.- Introducir el pie derecho, por su talón, debajo de la silla.
4.- Flexionar las rodillas y hacer descender el cuerpo, sin abalanzamientos hacia delante ni desplomas hacia atrás, hasta sentarse.
No hay que levantarse la falda para que no se arrugue. Esto de levantarse el vestido para sentarse es una costumbre nacida de las mujeres de economía doméstica, pero no del buen gusto ni de la elegancia. ¿Es lógico enseñar las enaguas o la combinación?.
Levantarse:
Ha de hacerse también con dignidad. A primera vista, parece indiscutiblemente fácil levantarse adecuadamente de un asiento. Pero si te ocurre que tienes que sentarte en butacas muy modernas, casi a ras de suelo... ¡no te arriendo las ganancias al hacer esfuerzos por levantarte!
Al levantarse pues, hay que moderar los impulsos y buscar los discretos apoyos necesarios para hacerlo con agilidad y elegancia. Tampoco ha de ser una operación rápida en exceso, como cuando una va en el autobús y se da cuenta de que ha llegado a su parada. Ni una operación tan lenta y trabajosa que la gente piense: ¡pobre señorita! ¡tan joven y con achaques..! Sobretodo distinción y armonía. Las mujeres hemos de parecer siempre ligeras como plumas y reposadas como reinas.
Actitud sentada
No es preciso que insista demasiado en que una mujer, por jovencita que sea, con las piernas muy separadas, el tronco echado hacia delante y los brazos estirados por entre las piernas, no tiene el menor aspecto de elegancia.
Ni tampoco lo tiene si está muy recostada en el respaldo, o tiene la cabeza apoyada sobre la mano con un codo hincado en el brazo del sillón. Excepto claro, cuando estén en su propia casa en un ambiente de muchísima confianza. La actitud correcta es descansada, pero no abandonada. El tronco bien erguido, aunque sin apariencia de un militar de servicio. No: equilibrio entre la comodidad y la compostura correcta. Deja las manos delicadamente sueltas y muévelas sin agitación en el curso de la conversación.